El pasado 1 de septiembre nos ha dejado Alessandro Martinengo a los noventa y un años en Savona, su ciudad natal. Estudioso de amplísima y abierta cultura, forjada en un recorrido formativo que empieza con la licenciatura en Lettere moderne en Pisa y la especialización en Filología románica en la Scuola Normale Superiore (1953) y sigue con becas y plazas de lector de Italiano en las universidades de Zurich y de Heidelberg (1954-1959) y en el Instituto Caro y Cuervo de Bogotá (1960-1961). Profesor contratado de Literatura hispanoamericana (1958-63) en la Universidad de Pisa y de Literatura española en las universidades de Trieste y de Udine (1963-1971), fue catedrático de Lengua y literatura española en la de Pisa de 1968 a 2003. En esta universidad fue director del Istituto di Filologia romanza, presidente del Corso di lingue straniere y coordinador del Doctorado en iberística. También presidió la Associazione degli Ispanisti italiani (AISPI), asociación de la que fue uno de los fundadores.
Conocido especialmente por sus estudios sobre el Siglo de Oro, con él desaparece uno de los últimos hispanistas que dominaban el tupido entramado de las relaciones literarias y culturales –desde la ciencia y la historia a la iconografía y la antropología– entre la literatura española y los estudios comparados del horizonte románico –sus primeros trabajos fueron sobre Camões–, profundizando también en la pervivencia de los clásicos y de la Biblia. Sus investigaciones y su magisterio, a partir de una sólida pericia filológica, se abren a un amplio abanico de metodologías, fruto de una sed de conocimiento y curiosidad intelectual que alcanza campos poco estudiados anteriormente por los hispanistas, y que abrió nuevos caminos con su importante obra de mediación cultural.
De estas características son buena muestra los estudios quevedianos; entre ellos, los volúmenes publicados a lo largo de más de medio siglo: Quevedo e il simbolo alchimistico. Tre studi, 1967 (La astrología en la obra de Quevedo: una clave de lectura, 1983), una obra fundamental para reconstruir la cultura científica del autor y su biblioteca real y virtual; El “Marco Bruto” de Quevedo: una unidad en dinámica transformación, 1998; Quevedo, fronteras de la filología: con una mirada hacia Gracián, 2006 y Al margen de Quevedo: paisajes naturales, paisajes textuales, 2015. Además de otros muchos méritos, esta producción ha contribuido a ampliar el canon del autor al profundizar en textos difíciles y en la praxis de traductor, esclareciendo además aspectos biográficos oscuros, especialmente los referidos a la estancia italiana, la figura del duque de Osuna y la relación con el papado y la curia romana.
Otros autores del Siglo de Oro estudiados por Martinengo a lo largo de muchos años son Baltasar Gracián, Cervantes —con una traducción de las Novelas ejemplares y estudios sobre el matrimonio cristiano o sobre la expulsión de los moriscos— y Saavedra Fajardo, que le proporcionó la ocasión de volver entre los «esguízaros». Constante fue su interés por «las Indias», con estudios sobre Colón, Las Casas y Benzoni, figuras como las de Lope de Aguirre y transfiguraciones literarias como El nuevo mundo descubierto por Cristóbal Colón de Lope de Vega, y, ya a partir de la estancia en Colombia, por un autor de la época colonial como Juan Rodríguez Freile.
Por su estudio sobre Ricardo Palma le fue concedida la laurea honoris causa por la Universidad de Lima, intitulada a este escritor, en 2007. Entre sus trabajos dedicados a autores modernos destacan los que escribió sobre Espronceda, Antonio Machado y Jorge Guillén. Importante ha sido su aportación a los estudios sobre la presencia de la cultura española en la literatura italiana (en Manzoni y Leopardi, entre otros), y a la difusión de la cultura española en Italia a través de la participación en grandes empresas editoriales (entre otras, la Letteratura spagnola dei secoli d’oro, en colaboración con Carmelo Samonà, Guido Mancini y Francesco Guazzelli), traducciones (a la ya mencionada de las Novelas ejemplares, puede añadirse, por ejemplo, Clio. Musa I de Quevedo, en colaboración con Beatrice Garzelli y Federica Cappelli) y muy especialmente con su obra docente.
Las conferencias, clases y seminarios, la dedicación y la ayuda proporcionada a doctorandos y jóvenes investigadores, no solo ‘suyos’ y no solo italianos, quedan en la memoria de los que han tenido la suerte de conocerle como un recuerdo de la ‘mejor’ universidad, de una labor interpretada como misión pedagógica y ejercida con honestidad intelectual, rigor y constante pasión, generosidad y humildad. Una peculiar mayéutica la suya en la que la erudición se mezclaba a un verdadero diálogo e interés por las nuevas perspectivas elegidas por los alumnos, y con la que ha formado a varias generaciones de hispanistas. Un diálogo que sin duda va a seguir, así como la inmensa gratitud a un entrañable Maestro. El afecto y la admiración de esta discípula a su Maestro podría extender estas páginas con infinidad de recuerdos personales; pero en este caso, como en otros muchos de la vida, el tópico se hace realidad, y las palabras no serían capaces de expresar las emociones que suscitan los sentimientos sinceros.

Valentina Nider
Università di Bologna