El profesor Don William Cruickshank nació en Fettercairn (Escocia) en 1942. Entre 1960 y 1965 obtuvo una licenciatura en español y francés en la University of Aberdeen. Más tarde, la University of Cambridge lo acogió como alumno de doctorado bajo la supervisión de Edward Wilson, junto al cual emprendió su brillante carrera en el ámbito de los estudios dedicados al teatro del Siglo de Oro y a la bibliografía material. Desde 1970 hasta su jubilación en el año 2007 trabajó de forma incansable en el University College Dublin, en donde fue catedrático desde 1986. A lo largo de su carrera se dedicó, con igual devoción y serenidad, a la gestión, la docencia y la investigación. Fue director del departamento de español, hasta que en 2005 este se integró en el School of Languages and Literatures; asimismo, impulsó la creación de un centro para la enseñanza de lenguas modernas y fomentó el desarrollo de los estudios teatrales en la universidad irlandesa, en cuyo contexto enseñó a numerosas generaciones de estudiantes el teatro español áureo. Tras su retiro continuó trabajando con la misma disciplina: alentó de forma diligente y generosa las carreras de muchos investigadores jóvenes a través de la lectura de trabajos y la firma de cartas de recomendación; resolvió, siempre con paciencia, las dudas de la comunidad académica e investigó de forma infatigable hasta el último día. En el año 2013 Martin Cunningham, Grace Magnier y Aengus Ward, compañeros y discípulos de Don Cruickshank, trazaron, en dos magníficos textos publicados en el Bulletin of Spanish Studies, su actividad académica y una relación de sus publicaciones, a las que remito en las siguientes líneas a través de la fecha. Esta nota pretende recordar el carácter precursor de sus publicaciones y profundizar en la notoriedad de su actividad investigadora.
En 1971 se publicó su edición crítica de En la vida todo es verdad y todo mentira de Pedro Calderón de la Barca. Posteriormente, se ocupó, junto con John Varey, de la magna edición facsímil de los volúmenes de comedias de Calderón, una obra imprescindible en el campo de los estudios calderonianos (1973). Desde muy temprano fue consciente de la importancia de ofrecer al lector la obra de Calderón editada de acuerdo con los principios de la ecdótica. Esta fue una actividad que ocupó una parte sustancial de su labor y le permitió publicar ediciones tan relevantes como la de la ópera calderoniana La púrpura de la rosa (1990), en colaboración de M. Cunningham y Ángeles Cardona; la segunda versión de La vida en sueño, que preparó con Ruano de la Haza y Vega García-Luengos (2000) o la Tercera parte de comedias de Calderón, que elaboró en el contexto del proyecto de edición de las comedias completas de Calderón que se lleva a cabo en la Universidad de Santiago de Compostela. Sin embargo, no solo ofreció ediciones fiables a los investigadores del teatro áureo, sino que también se empeñó, siempre con los mismos resultados admirables, en la tarea de traducir a Calderón para los lectores de habla inglesa como demuestra No hay burlas con el amor/Love Is No Laughing Matter, que preparó al alimón con Seán Page (1986). Este sucinto trazado de su labor como editor de la obra de Calderón permite apuntar un modo colaborativo de trabajar que, sin duda, será una constante a lo largo de toda su carrera.
Calderón de la Barca fue el dramaturgo al que dedicó su vida académica; aunque, puntualmente, consagró trabajos a otros poetas como Rojas Zorrilla (1977) o Cubillo de Aragón (1993). Don Cruickshank nos regaló trabajos sobre la biografía calderoniana y nos legó valiosas interpretaciones de su obra. El profundo conocimiento del que disponía culminó en la publicación de la biografía más reciente y completa del poeta en 2009.
Sus primeras investigaciones sobre la obra del dramaturgo madrileño datan de los años 70 del siglo pasado y varias de ellas estaban dedicadas a estudiar la publicación de las partes de comedias de Calderón (1970). Estas avanzaban, por tanto, las líneas de investigación más destacadas de su recorrido académico: en primer lugar, aquella que pone de manifiesto la importancia de conocer en profundidad la técnica de producción y venta de los libros, su materialidad, para saber cuál ha sido su influencia sobre el texto que nos interesa (1976, 1983, 2000, 2010). Quizás deban destacarse aquí de forma explícita las diferentes colaboraciones que tuvo en los varios tomos que constituyen el Manual Bibliográfico Calderoniano (Kurt y Roswitha Reichenberger). Particularmente, su trabajo sobre Calderón y el comercio español del libro (1981). En segundo lugar, puede recordarse la importancia que otorgó a lo largo de toda su carrera a aquel campo de estudios que comprende los materiales bibliográficos como portadores de contenidos y, por tanto, de necesario conocimiento para el trabajo intelectual; esto le ha supuesto, en varias ocasiones, la tarea de elaboración de repertorios bibliográficos que permiten identificar las ediciones de una tradición textual y nuevos ejemplares de los libros recogidos (1981, 2012).
Resulta arduo seleccionar cuáles fueron sus publicaciones más destacadas en estos ámbitos, puesto que estas son innumerables y todas gozan del mismo acierto. No parece cuestionable la necesidad de volver la vista a los primeros trabajos que firmó con Edward Wilson: por ejemplo, el dedicado al estudio de un volumen de sueltas sevillanas de Samuel Pepys impresas antes de 1684 (1980). Si bien consagró publicaciones a impresos teatrales antiguos de distinta naturaleza, no hay duda de que las comedias sueltas constituyeron su género editorial más querido (1985, 1991). Su profundo conocimiento de la tipografía de la época, que demostró en diferentes trabajos, como su atlas de las cursivas empleadas en el libro español entre 1528 y 1700 (2004), le permitió adscribir con precisión ediciones a talleres tipográficos determinados y a fechas concretas, lo que ayudó a localizar, entre otras muchas, la primera edición de El burlador de Sevilla (1981).
Su carrera discurrió entre el ámbito académico anglosajón y el hispánico. Fue miembro de diferentes asociaciones académicas en ambos espacios (AEB, AISO, Royal Irish Academy y Bibliographical Society) y participó en el comité editorial del Anuario Calderoniano o el Bulletin of Spanish Studies. En esta última revista publicó regularmente reseñas de diferentes monografías y ediciones de textos teatrales áureos.
Desde el año 2010 estuvo activamente implicado en el proyecto Iberian Books, que se desarrolló en University College Dublin hasta mayo de 2018. En esa fecha se celebró en la Marsh Library (Dublin) el congreso que cerraba el proyecto e inauguraba el que le seguía, Ornamento, cuyo interés se centraba en las imágenes de los libros impresos antes de 1701. En aquel encuentro, dedicado a la ilustración del libro español antiguo, Don Cruickshank fue el conferenciante invitado para el cierre del congreso. Dedicó su magistral conferencia a la piratería en el campo editorial del teatro áureo a través del estudio de su tipografía y ornamentación. Fue, probablemente, una de sus últimas conferencias y en ella sintetizó los resultados de toda su carrera.
En los últimos años colaboró, siempre infatigable, con el proyecto Comedias Sueltas USA que dirige Szilvia Szmuk y, desde 2020, era miembro del proyecto de investigación ISTAE (Impresos sueltos del teatro antiguo español). No hay duda de que a él debemos las bases teóricas y metodológicas sobre las que este se asienta. Su firme compromiso con el proyecto lo llevó a participar en él desde los inicios. Era habitual que hiciese suyas las preguntas que le mandábamos y solía dedicar, de manera generosa, varios días a revisar sus notas antiguas, las miles de reproducciones de las ediciones teatrales antiguas con las que contaba y su magnífica biblioteca hasta dar con la respuesta adecuada, que ofrecía siempre de forma desinteresada y en la que incluía preciosas referencias bibliográficas, nuevas claves para analizar un asunto concreto y cuestiones pendientes de resolver por la crítica.
No cabe duda de que los calderonistas y, en general, todos los investigadores que se dedican a estudiar el Siglo de Oro, hemos quedado huérfanos tras el fallecimiento de uno de nuestros más importantes maestros, quien no solo poseía un conocimiento insustituible, sino también un gesto entrañable, un proceder discreto, noble, espléndido y sosegado.
Alejandra Ulla Lorenzo
Universidad de Santiago de Compostela